Casi sonaría extraño que alguien te dijera: «Tengo tiempo». Parece ser que lo normal es no tener tiempo y a veces parece que nos ocupemos de que así sea porque como es una sensación generalizada así no eres un bicho raro.
Hace ya unos años que observo esta costumbre de decirnos, de compartir, de sentir que «no tenemos tiempo». Observo personas en la calle que se saludan y admito que yo misma, a veces hablo así:
A: «¿Qué tal?»
B: «Bien ¡de culo*! ¿Y tú?» *significa ir con prisa, muy atareado
A: «¡Yo igual Es un no parar»
B: «Estamos todos igual. ¡Que tengas buen día!
A: ¡Gracias! ¡Y tú! Me voy corriendo que tengo prisa.
B: ¡Y yo!
Seguramente te has encontrado alguna vez hablando así o, quizá, como muchas personas, sientes que es tu estado habitual: el estado de sentir que estás en falta de tiempo, el estado de estrés, incluso de ansiedad.
Ahora bien, ¿te gusta sentirte así? Si es que sí, entonces perfecto pero lo dudo. Así que si es que no, te propongo cambiar el chip empezando por este paso: dejar de decirlo.
Nuestra manera de hablarnos influye en nuestra manera de sentir. Por ello si tu mente no para de decir, una y otra vez, que «no tengo tiempo» el efecto que generará en ti será precisamente ese.
Por el contrario, si en tu cabeza suenan las palabras de: «me sobra el tiempo» directamente sentirás una sensación de alivio. Es como si alguien te dice: «Te odio» y otro día te dice «Te quiero». Está claro que no genera las mismas sensaciones.
Así que, si eres de los que quieren relacionarse de otra manera con el tiempo, te propongo este primer paso: poner atención en cómo te hablas y cómo hablas a los demás y observa los efectos que provoca en ti y en el entorno.
¿Qué te parece empezar por aquí?
Ah! Y si quieres leer más sobre este tema te dejo dos posts que publiqué en mi cuenta de Instagram que quizá te inspiren.
¡Gracias por tu atención!
Feliz de tenerte por aquí.
Anna